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¿Metro elevado o subterráneo? Problema psicológico

MARIO NORIEGA Arquitecto urbanista

Ajustar un tramo de la primera línea del metro para volverlo subterráneo ya no es un tema técnico. El tema se volvió psicológico y se llama: ‘aversión a la pérdida’. Lo explica muy bien Daniel Kahneman, un psicólogo al que le dieron el premio Nobel de Economía en el 2002.

Cuando se combina la ‘aversión a la pérdida’ con el ‘sesgo de conclusión’, según Kahneman, se rechazan los argumentos técnicos y se afecta la toma racional de decisiones. Veamos:

El exalcalde Peñalosa convenció al expresidente Santos de apoyarlo con el metro elevado con dos argumentos: era más barato que el subterráneo y se podría inaugurar tres años después de adjudicado. Según el exalcalde, el metro debería ‘estar rodando’ en el 2020.

Hoy, todavía no se sabe cuánto va a costar el metro elevado, y si se cumple el cronograma, lo cual está por verse, anuncian inauguración en el 2027.

El argumento que hoy predomina para no hacer ajustes es que la obra ya va en el 26 por ciento. Y esto es muy importante. Pero si miramos con cuidado, en los 4 años de la exalcaldesa López, el mayor avance fue en la construcción del patio taller, lo cual no se afectaría si se hace un tramo subterráneo. Además, si se conecta la línea 1 elevada y la 2 subterránea nos ahorraríamos la construcción de otro patio taller y posiblemente 4 años de obra.

Como las dos líneas no empatan, no pueden compartir ni siquiera los vagones.

La ‘aversión a la pérdida’ se produce cuando la expectativa de ganancia se percibe como mucho menor que las pérdidas. Y, como lo explica Kahneman, las pérdidas psicológicamente pesan más que las ganancias. El temor a perder lo que ya se tiene solamente se vence si las ganancias son evidentemente superiores y justifican plenamente el riesgo. Pero esto requiere un análisis técnico cuyas conclusiones no se quieren aceptar.

Vencer el temor a perder lo ganado no se logra si predomina el ‘sesgo de conclusión’, según el cual solamente se aceptan los argumentos que apoyan nuestros prejuicios y preferimos las pruebas selectivas y distorsionadas. Los análisis técnicos a favor de un tramo subterráneo indican que no se deterioraría urbanísticamente el centro de la ciudad. Se libera espacio valioso para tráfico peatonal en una zona densa y comercial. No sería necesario mantener el TransMilenio por debajo del metro, y no se saca el tráfico mixto de la avenida Caracas sin saber por dónde se va a desviar. Y algo muy importante, se evita la interrupción del recorrido con el transbordo de doce pisos entre las dos líneas en la calle 72. Esto con un impacto de costo en tiempo para los usuarios que sobrepasa los 200.000 millones de pesos al año. Si se soterra el tramo que pasa por una de las zonas más consolidadas y costosas de la ciudad, sería más factible generar un amplio proceso de valorización inmobiliaria. Tal como está hoy, se concentra la inversión alrededor de las estaciones y se deja deteriorar el resto del recorrido.

Obviamente hay temas legales, contractuales y económicos que deben entrar en la evaluación. Sobre todo, saber si es cierto que la ciudad cuenta con los recursos y la capacidad logística para ejecutar simultáneamente, y sin colapsar, todas las obras anunciadas, incluyendo los sobrecostos tradicionales que generalmente duplican el presupuesto inicial.

Hoy parecería que por la ‘aversión a la pérdida’ en una obra puntual, estamos corriendo el riesgo de armar un sistema de movilidad que podrá afectar negativamente a toda la ciudad durante varias generaciones.

Bogotá Metropolitana

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2024-02-02T08:00:00.0000000Z

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