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El implante cerebral con el que Elon Musk planea cambiar la salud de miles de personas.

La compañía de Elon Musk recibió esta semana aprobación de la FDA para entrar en la fase clave del desarrollo del dispositivo. Qué implica y cuáles son las posibilidades de un invento que podría cambiarlo todo.

EDWIN CAICEDO - REDACTOR UNIDAD DE SALUD @CaicedoUcros @SaludET

Todo alrededor del hombre más rico del mundo, Elon Musk, parece sacado de una película de ficción futurista: cohetes para ir de turismo al espacio, cápsulas supersónicas para recorrer 560 kilómetros en apenas 35 minutos o implantes cerebrales para curar el párkinson, el alzhéimer, recuperar la movilidad perdida en extremidades y hasta obtener “visión superhumana”. Esta semana una de esas ideas, la última, avanzó en su proceso para convertirse en una realidad. La empresa Neuralink, creada en 2016, recibió la autorización de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) para colocar sus implantes cerebrales en humanos.

Una aprobación que es clave para el desarrollo de los dispositivos (basados en chips, hilos minúsculos y mucho software) y llega apenas unos meses después de que el propio Musk lo vaticinó, en diciembre del año pasado.

“¡Nos complace anunciar que hemos recibido la aprobación de la FDA para lanzar nuestro primer estudio clínico en humanos! Este es el resultado de un trabajo increíble realizado por el equipo de Neuralink en estrecha colaboración con la FDA y representa un primer paso importante que algún día permitirá que nuestra tecnología ayude a muchas personas”, aseguró Neuralink a través de sus redes sociales, en un mensaje que, al cierre de esta edición, aún no había sido confirmado por la propia FDA.

Esa agencia gubernamental había ya negado una primera solicitud de aprobación en 2022, cuando señaló que tenía docenas de preocupaciones sobre el implante en temas como la seguridad de la batería de litio que usa el dispositivo, la posibilidad de que los pequeños cables migren a otra parte del cerebro y sobre cómo se podría extraer el implante, en caso de ser necesario, sin dañar el tejido cerebral, según testimonios de funcionarios de la FDA recogidos por la agencia Reuters.

Por eso, la aprobación de esta semana es un hecho histórico. Representa un hito en el desarrollo de la industria de implantes cerebrales (que crece aceleradamente, aunque es todavía incipiente). Lo cierto es que nadie está tan avanzado como Neuralink en esta tecnología, a pesar de que tiene competidores como Synchron y Paradromics.

Y la compañía de Musk es una de las más prometedoras y sabe cómo llevarse todos los titulares. Entre otras razones, por su rápido avance en el desarrollo tecnológico, pero también por algunas de sus promesas como producto. Según la información publicada por Neuralink, su implante llamado N1 podría en el futuro restaurar capacidades como la visión, la función motora y el habla, “y con el tiempo ampliar la forma como experimentamos el mundo”, señalan en su página web.

Pero Musk ha ido incluso más allá. En sus presentaciones públicas ha señalado que el implante podría dar visión “superhumana” a algunos de sus usuarios, pero también podría “asegurar el futuro de la humanidad como civilización en relación con la IA”, según dijo en 2020.

Lo cierto es que hoy por hoy el N1 ha sido probado en cerdos y monos, en experimentos ampliamente cuestionados por ambientalistas y defensores de los animales, y que el salto a los humanos implica que se superaron algunas de las grandes preocupaciones que la FDA tenía sobre el implante.

El N1 y el robot quirúrgico

El implante desarrollado por Neuralink es más o menos del tamaño y la dimensión de una moneda. De él se desprenden unos 64 hilos (como cables) ultradelgados que se conectan a la corteza cerebral y transportan la información a través de 1.024 electrodos.

Según la compañía es biocompatible (un punto obligatorio, pues el cuerpo humano rechaza elementos que no reconoce) y utiliza una pequeña batería que se carga de manera inalámbrica para funcionar. Es decir, no hay que conectarla, sino que a través de ondas el implante recibe la energía que requiera para funcionar.

“Dentro del N1, unos chips y componentes electrónicos avanzados, personalizados y de bajo consumo procesan las señales neuronales y las transmiten de forma inalámbrica a la aplicación Neuralink, que descodifica el flujo de datos en acciones e intenciones”, señala Neuralink en su página web.

En teoría, el implante, que va directamente pegado al cerebro mediante una compleja e invasiva cirugía, enviaría información a una aplicación, desarrollada también por la compañía con un robusto software, que permitiría a la persona, a través de una interfaz cerebro-máquina (BCI), enviar información a través de impulsos para mover, controlar o interactuar con algo de su entorno. Básicamente, ayudaría a conectar lo que está desconectado.

Pero el implante es solo la mitad del trabajo. Colocarlo es la otra mitad, porque no puede ser implantado por médicos. Para que una persona pueda recibir un N1 debe ser sometida a una cirugía invasiva por medio de la cual se accede a su corteza cerebral a través de una apertura realizada en la zona parietal de la cabeza.

Y es allí donde entra el otro desarrollo de la compañía: un robot quirúrgico diseñado únicamente para insertar de la manera más eficiente y segura el dispositivo. “Los hilos de nuestro implante son tan finos que no pueden ser insertados por la mano humana. Nuestro robot quirúrgico ha sido diseñado para insertar estos hilos de forma fiable y eficiente exactamente donde deben estar”, señala la compañía.

Entonces ese robot, similar al popular Da Vinci, utiliza una aguja, más fina que un cabello humano, para agarrar, insertar y liberar los 64 hilos. Acción que para un médico, por más experimentado que este sea, sería imposible de realizar debido al propio diseño del implante.

Instalado, el dispositivo empezaría a funcionar dependiendo de las necesidades del paciente. En ese sentido, podría ayudarlo a recuperar la capacidad motriz o bien a poder hablar. En un principio se ofrecería a personas con padecimientos médicos, pero eventualmente se podría ofrecer a través de “cirugías electivas” para que personas sanas puedan adquirir o mejorar sus capacidades físicas.

Sin embargo, por el momento, los primeros implantes solo estarían enfocados en dar a las personas con tetraplejia la posibilidad de controlar sus computadores y dispositivos móviles con el pensamiento. Pero el futuro de Neuralink va mucho más allá, con un enfoque, según la propia compañía y sus fundadores, de “mejorar la vida de las personas”.

Las posibilidades

Según explica Mauricio Nava, investigador de la Universidad del Rosario y Ph. D. en Neurociencias, lo que pretende hacer Neuralink es ir un paso adelante en una tecnología que hoy ya existe y se utiliza desde hace varios años, que es el de las interfaces cerebro-máquina. De hecho, hace algunos días se popularizó el caso de un holandés, con la médula espinal dañada, que recuperó la capacidad de caminar a través de un “puente digital” que usa electrodos para volver a comunicar al cerebro con la médula. Neuralink es, en esencia, lo mismo, pero con esteroides.

“Si a mí me hubiesen preguntado hace algunos años, jamás me habría imaginado que desarrollaríamos una tecnología tan avanzada que nos permitiera conectarnos con las máquinas de una manera tan robusta. Eso que hace Neuralink en realidad es un desarrollo adicional a lo que vienen haciendo muchos científicos en el mundo, creando interfaces cerebro-máquina para suplir funciones en pacientes con muchas enfermedades y alteraciones”, señala Nava.

Para el investigador, lo más complejo y prometedor de todo es que el implante se haga dentro del cráneo, conectado directamente a la corteza cerebral. Eso porque los electrodos que hoy se usan son externos, menos invasivos, pero, por lo mismo, con menos alcance.

“Aquí la diferencia es que se va a implantar una altísima cantidad de electrodos con biocompatibilidad y de forma aparentemente segura, según lo que dice Neuralink. Eso es lo que llama la atención de la tecnología: que el material sea biocompatible, que tengan un robot que pueda hacer la implantación de cientos de electrodos sobre la corteza cerebral sin lesionar los vasos sanguíneos y la capacidad robusta del software que están desarrollando para hacer registro y análisis de toda la gran cantidad de señales eléctricas que salen del cerebro de un humano”, enfatiza el experto.

Más allá de eso, los grandes retos están en que la tecnología pueda utilizarse sin generar lesiones en los humanos, cumpliendo con lo que prometen algunos de sus fundadores (como Musk). Lo que según Nava es, en la teoría, posible.

Faltará ver si en la realidad el robot de Musk podrá cambiar por completo el futuro de la salud y de la humanidad.

“Si me hubiesen preguntado hace algunos años, jamás me habría imaginado que desarrollaríamos una tecnología tan avanzada para conectarnos con las máquinas de una manera tan robusta”.

Mauricio Nava INVESTIGADOR DE LA UNIVERSIDAD DEL ROSARIO Y PH. D. EN NEUROCIENCIAS

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2023-05-28T07:00:00.0000000Z

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