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‘La fuerza del derecho y el derecho de la fuerza’

El imperio de la ley Santiago Montenegro

Una de las grandes tareas de la dirigencia política es comprender que sin gobernabilidad del Estado Colombia no puede ser viable en el siglo XXI. Como lo ha planteado Emilio Lamo de Espinosa, la gobernabilidad de un Estado se ha basado siempre en dos elementos: “La fuerza del derecho y el derecho de la fuerza”. Y para elaborar con esta máxima afirma: “Los Estados, antes de ser Estados de derecho o democráticos, son Estados, y no existen sin el monopolio de la violencia que proporciona el bien social más preciado: la seguridad. Un mundo hobbesiano basado solo en la fuerza es ingobernable; pues, como le recordaba Talleyrand a Napoleón, nadie se puede sentar a gobernar sobre las bayonetas. Pero un mundo puramente kantiano basado solo en normas necesita de fuerza que haga valer el imperativo categórico del momento, y sin lo que los anglosajones llaman law enforcement, el derecho vale bien poco. No hay Kant sin Hobbes, como no hay Hobbes sin Kant. Podemos seducir con la razón, como Venus, pero no iremos muy lejos sin Marte”.¹

La dirigencia política, intelectual y cultural de Colombia también podría aprender del pensamiento del filósofo británico John Gray, quien, en línea con el pensamiento de Lamo de Espinosa, ha argumentado que “la primera condición para la protección de los derechos humanos es contar con un Estado moderno eficaz. Sin el poder de hacer cumplir la ley no hay derechos y todo tipo de vida confortable resulta imposible”.

Según Gray, en los países donde el Estado moderno no existe, la principal amenaza para los derechos humanos es, más que la tiranía, la anarquía, pues los peores crímenes contra la humanidad los cometen milicias irregulares, organizaciones políticas o carteles criminales. Según el filósofo británico, los pensadores liberales no parecen haber percibido la erosión del Estado en muchas partes del mundo, y afirma que una de las razones que explican la existencia de esta laguna es su legalismo.

Para el profesor del London School of Economics, dicho liberalismo legalista considera que el imperio de la ley es un hecho consumado y representa al derecho como una institución autónoma, al ignorar las condiciones políticas que hacen posible ese imperio y al ignorar que las instituciones jurídicas dependen siempre del poder del Estado.

Para ser más preciso, Gray afirma que “en una situación de anarquía no hay derechos”.² Así, en forma paradójica, la anarquía arroja luz sobre el hecho de que la justicia es un artefacto para la aplicación de la ley y ayuda a explicar que la justicia y los derechos son convenciones que, en última instancia, se apoyan en la fuerza. Dichas emergencia y consolidación de nuevas fuentes ilegales de poder, alimentadas por el narcotráfico desde hace unas cuatro décadas y que después de haber sido reducido en la primera década del siglo XXI ha vuelto a crecer, son un tema que debería ser fuente de análisis e investigación, especialmente en universidades, centros de pensamiento y medios de comunicación de Colombia, pero también del exterior, en donde existe la creencia de que este problema se solucionó con la firma del acuerdo de paz de La Habana en 2016.

Lamo de Espinosa, Emilio (2021), Entre águilas y dragones: El declive de Occidente. Espasa, Editorial Planeta, S. A. Barcelona; capítulo 4.

Gray, John (2001), Las dos caras del liberalismo: Una nueva interpretación de la tolerancia liberal, Ediciones Paidós Ibérica S. A., Barcelona.

Opinión

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2023-05-28T07:00:00.0000000Z

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