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Petro y la posverdad

Tubo de ensayo Thierry Ways @tways / tde@thierryw.net

Hay algo que distingue a la llamada ‘posverdad’ de la mentira o el engaño a secas: la irrelevancia de la evidencia. En el mundo de la posverdad, cuando alguien, un poderoso, hace una afirmación que luego es desmentida con hechos o cifras, el poderoso y sus acólitos sencillamente hacen caso omiso de la evidencia. Siguen adelante en su mundo alternativo, donde los hechos no cuentan.

El campeón de este deporte es, por supuesto, Donald Trump, quien hizo de la posverdad un pilar de su gobierno. Nuestro inquilino de la Casa de Nariño aún no tiene el nivel del exmandatario gringo, pero está haciendo méritos para alcanzarlo.

Como Trump, cuando el presidente Petro dice o trina algo errado, en lugar de reconocer el descuido con honorabilidad, se atrinchera y comienza a disparar en modo defensivo.

Así pasó la vez que dijo que el sistema de salud colombiano era el número 74 del mundo. Cuando lo corrigieron, se obstinó en buscar otras estadísticas, igual de cuestionables, que respaldaran su relato.

Así pasó cuando un informe del Banco de la República señaló que la reforma laboral destruiría entre 152.000 y 746.000 empleos formales. Petro replicó, rizando el rizo, que el informe no era “oficial” del Banco de la República, sino de un “grupo de estudio” del Banco de la República. Hágame el favor.

No hay semana que el Presidente no insulte la inteligencia de los colombianos, y en particular de sus partidarios, hilando fino hasta el absurdo, escudándose en la minucia, torturando la lógica. Tratando de exprimirle al limón seco de la falsedad una gota de verdad con la que salvar su relato una vez ha sido puesto en evidencia.

Como hizo Trump con varios de sus funcionarios –John Kelly, John Bolton, Bill Barr, y siguen firmas–, cuando Petro no tiene más remedio que recular, recurre a la transferencia de la culpa. Esa es otra forma de posverdad: negar que tuvo que ver con hechos en los que claramente participó.

Cuando su hijo Nicolás fue acusado de tráfico de influencias, entre otros delitos, el Presidente se refugió en un extraño “Yo no lo crie”. La explicación sobraba, pues, así lo hubiera criado, los delitos del hijo no son culpa del padre. Pero la desviación de la responsabilidad es parte de un patrón de comportamiento.

En el caso de los niños perdidos en el Guaviare –que en el momento de enviar esta columna aún no habían aparecido–, el Presidente tuvo que borrar un trino que decía que los habían encontrado. Una vez más, en lugar de aceptar la equivocación, salvó su responsabilidad. “El trino ni lo escribí”, dijo, como si su cuenta de Twitter no fuera su instrumento de poder más personal y directo. Responsabilizó al ICBF y se puso a hablar de vagas conspiraciones mediáticas para impedir que se comunique.

Y ahora que se hace evidente que la ‘paz total’ no es ni lo uno ni lo otro, Petro dice que el término fue un invento de la prensa, como si no lo hubiéramos escuchado usar esa expresión muchas veces, hasta en la ONU, y como si no apareciera 23 veces en su Plan Nacional de Desarrollo.

El Presidente se refiere a las supuestas tergiversaciones de los medios como ‘relatos periodísticos’. El trumpismo también acuñó una frase, ‘hechos alternativos’, para diferenciar la realidad vista desde la Casa Blanca de la del resto de los mortales.

La posverdad es efectiva, como demuestra la popularidad tanto de Petro como de Trump. Pero eso no quiere decir que debamos resignarnos a ella. Por fortuna, tiene antídoto. Basta que, como en el cuento del traje nuevo del emperador, abramos los ojos y rechacemos que nos digan, sin ruborizarse, que una cifra no indica lo que indica esa cifra, que el Presidente no dijo lo que todos oímos que dijo y que el desgobierno que estamos viviendo no es el desgobierno que estamos viviendo.

El principal practicante de la posverdad en Colombia es el inquilino de la Casa de Nariño.

Opinión

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2023-05-28T07:00:00.0000000Z

2023-05-28T07:00:00.0000000Z

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