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La verdad sobre el nirvana laboral

El futuro de otra reforma María Isabel Rueda

La ministra del Trabajo, Gloria Inés Ramírez, cae bien. Durante toda su trayectoria pública nos ha hecho temerla por su extremismo jacobino, pero su ejercicio en el Gobierno lo ha hecho con habilidad y prudencia; con el paréntesis, sin embargo, motivo de esta columna, de la osada pero muy dañina reforma laboral que respalda, con la apariencia de un gran avance democrático.

Si toda la reforma pudiéramos resumirla en que los trabajadores ganarán mejor, tendrán más estabilidad, trabajarán menos y, en consecuencia, serán más felices, ¿quién podría oponerse a semejante nirvana?

Pero la cruda realidad es otra. Ella ha pedido que “no caoticen el país” con las críticas a la reforma. Pero son inevitables, por lo que podrá suceder.

Sesudos y cuidadosos documentos de Fedesarrollo, del Banco de la República, de gremios como Anif –con su activo presidente, Bruce Mac Master–, Fenalco y la SAC dejan al descubierto que esta reforma aumentará los costos del empleo formal y provocará un aumento del desempleo y la informalidad.

Arranquemos por esta premisa: según el Dane, de los 15 factores de pobreza multidimensional, el de mayor impacto en 2022 fue el trabajo informal, que afectó al 72 % de los hogares. Irónicamente, entre los factores de menor incidencia en la pobreza estuvo, precisamente, el acceso a la salud, sobre lo que también avanza una reforma “terminator” en el Congreso. Pero este gobierno se caracteriza por tirarse lo que está bien y no arreglar lo que está mal.

El Banco de la República calcula que la reforma elevará los costos laborales en una cifra que oscila entre el 3,2 y el 10,7 %. Sin contar con los costos asociados a las indemnizaciones por despido, que añadirían entre 1,2 y 1,9 % más. Mientras aumentar los cargos por dominicales y festivos y reducir la jornada laboral aumentará en promedio los costos empresariales en un 3,4 %. Se elevarán no solo los costos de contratación, sino los de despido.

Fedesarrollo calcula que la tasa de formalidad se reduciría en 2,1 % antes de 4 años. Todo lo cual, supremamente inoportuno, se produce en momentos de desaceleración económica. Esta reforma hasta impone camisas de fuerza a desafíos futuros inevitables como la inteligencia artificial, la robótica y los avances tecnológicos, lo cual es otra prueba de que resulta supremamente regresiva. Concentra sus beneficios en los sectores formales y absolutamente nada, repito, nada, tiene diseñado para los desempleados y los informales.

Pero más allá del encarecimiento del empleo, expertos como los del grupo Gamla, del Banco de la República, alertan sobre la posible pérdida de 450.000 empleos en 3 o 4 años. Aunque, según el pilísimo y muy alerta director ejecutivo de Fedesarrollo, los empleos que se perderán serán alrededor de 460.000, cuando “los objetivos de aumentar la cobertura pensional y reducir la informalidad laboral son dos caras de la misma moneda”. Pero en esta reforma no van de la mano.

Conclusión, esta reforma no contiene una política pública de generación de empleo ni de soluciones para el desempleo y la informalidad. Con una tasa de desempleo actual, según el último trimestre móvil, del 11 %, no exagero cuando digo que el 42 % de los empleados formales que actualmente existen en Colombia son, de cierta manera, unos privilegiados. Cierto que tener empleo formal no debería ser un privilegio, faltaba más, pero es que, en el total nacional, el 58 % de quienes están empleados son informales. Esta reforma laboral está hecha para esos privilegiados, por lo que hay analistas que le atribuyen un alto contenido político de las organizaciones sindicales más radicales, a las que achacan activo papel en su redacción; además, porque en el llamado aspecto colectivo, se privilegia el derecho a la huelga; estas serán continuas y frecuentes, y pesarán más que derechos fundamentales como la vida, la seguridad y la salud. Algunos auguran incluso paralización paulatina del aparato productivo nacional.

Por lo tanto, el mensaje de que esta reforma laboral permitirá que a los trabajadores colombianos se les garantice un futuro en el que vivirán felices y comerán perdices es pura paja.

Decirlo así de claro, ministra Ramírez, no caotizará al país. Por el contrario, espero que este diagnóstico no le quite su agradable sonrisa y no endurezca sus buenas maneras. Pero en lo que al Congreso respecta, señores, por favor, reflexionen sobre si esta es de verdad la reforma que necesita en estos momentos Colombia, sumida en tantas perplejidades acerca del futuro de su economía, de sus inequidades y de los factores que más pesan sobre la pobreza. Más privilegios para los empleados formales, más costos para los empresarios que afectarán, sobre todo, a pequeños y medianos; y, perdón la expresión, que se jodan todos los demás. Es lo que manda este gobierno.

Opinión

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2023-05-28T07:00:00.0000000Z

2023-05-28T07:00:00.0000000Z

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